El personaje que aparece en la fotografía de la derecha, por si aún no lo reconocen, es Diego Rivera (1886-1957) en una parada durante su primer estancia en Europa en 1907. En aquella ocasión primeramente arribó a España en dónde abrevó de los pintores más importantes del Modernismo penínsular. No obstante, España le quedaría chica al enorme (literal y físicamente) Rivera y en 1909 decide marchar a París, ya para entonces la meca del arte contemporáneo. Un año durará allá para regresar a México en el momento en que estaba a punto de iniciar el movimiento que depondría, en primer instancia, al viejo dictador Porfirio Díaz. Regresará al viejo continente, ahora si directo a París, en 1911 y no volverá a su paìs natal hasta pasados 10 años. Mucho es lo que aprendió y desarrolló Diego Rivera en esta larga década, se podría decir que estaba decantando las ideas y propositos que haría realidad a su retorno a México. Sin despreciar, por supuesto, esto último, quiero pensar que Rivera ocupó estos años en convertirse en uno de los exponente más importantes que tuvo el arte moderno a nivel internacional. Quiero ver a Diego no sólo como el aprendiz del Cubismo, sino como aquel que una vez que asimila la lección es capaz de transformarla y llevarla a otro nivel, me parece que eso fue lo que realizó todos estos años en Europa, y que al igual que Picasso y Braque, una vez que desentrañó y explotó a su límite los secretos de este movimiento, lo dejó y se dispuso, mejor armado, a buscar nuevos horizontes. Es el momento en que realiza su famoso viaje a Italia, la última prueba para asegurarse de que estaba listo para regresar a su paìs y desde aquí iniciar una revolución artística y cultural infinitamente más importante que el Cubismo, simple y sencillamente por estar involucrado en los temas más sensibles de la sociedad de ese momento, y al decir de la sociedad me refiero no a la de México en particular, sino a la mundial. Este es el Diego que nos debe servir de mejor ejemplo, de un mexicano que se supo imponer globalmente.viernes, 10 de septiembre de 2010
Así fue, así es México (entrega No.9)
El personaje que aparece en la fotografía de la derecha, por si aún no lo reconocen, es Diego Rivera (1886-1957) en una parada durante su primer estancia en Europa en 1907. En aquella ocasión primeramente arribó a España en dónde abrevó de los pintores más importantes del Modernismo penínsular. No obstante, España le quedaría chica al enorme (literal y físicamente) Rivera y en 1909 decide marchar a París, ya para entonces la meca del arte contemporáneo. Un año durará allá para regresar a México en el momento en que estaba a punto de iniciar el movimiento que depondría, en primer instancia, al viejo dictador Porfirio Díaz. Regresará al viejo continente, ahora si directo a París, en 1911 y no volverá a su paìs natal hasta pasados 10 años. Mucho es lo que aprendió y desarrolló Diego Rivera en esta larga década, se podría decir que estaba decantando las ideas y propositos que haría realidad a su retorno a México. Sin despreciar, por supuesto, esto último, quiero pensar que Rivera ocupó estos años en convertirse en uno de los exponente más importantes que tuvo el arte moderno a nivel internacional. Quiero ver a Diego no sólo como el aprendiz del Cubismo, sino como aquel que una vez que asimila la lección es capaz de transformarla y llevarla a otro nivel, me parece que eso fue lo que realizó todos estos años en Europa, y que al igual que Picasso y Braque, una vez que desentrañó y explotó a su límite los secretos de este movimiento, lo dejó y se dispuso, mejor armado, a buscar nuevos horizontes. Es el momento en que realiza su famoso viaje a Italia, la última prueba para asegurarse de que estaba listo para regresar a su paìs y desde aquí iniciar una revolución artística y cultural infinitamente más importante que el Cubismo, simple y sencillamente por estar involucrado en los temas más sensibles de la sociedad de ese momento, y al decir de la sociedad me refiero no a la de México en particular, sino a la mundial. Este es el Diego que nos debe servir de mejor ejemplo, de un mexicano que se supo imponer globalmente.
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