Si de princesas vamos hablar, entonces me permito presentar a mi favorita, una verdadera y noble joven mujer mexicana que en su Ensueño (1931) vislumbra un México mejor.
Difícilmente podríamos señalar como mejor a una u otra fotografía de Manuel Alvarez Bravo (1902-2002), su capacidad, sensibilidad, práctica y experiencia le permitieron producir imágenes realmente memorables, pero en esta se sintetiza una buena parte de esas muchas otras cualidades que encontramos en el resto de sus trabajos. Creo que como en pocas imágenes, el manejo formal que se hace en esta es tan afortunado, va tan de la mano con el contenido de la fotografía que sus múltiples significados brotan de ella natural y espontáneamente, no hay, no puede haber duda de lo que se observa y lo que significa, y eso se debe gracias, única y exclusivamente, a las formas vistas, aprehendidas y preservadas por Dn. Manuel en esta plata sobre gelatina.
Joven aún, tan sólo un poco mayor que la chica que aquí vemos, Manuel Alvarez Bravo, en este momento se encuentra en un país en vías de su construcción, Abelardo Rodríguez prepara el ascenso de Lázaro Cárdenas a la presidencia y las expectativas de quien sostiene, como sobre una columna griega, su rostro, son las de todo un país que busca, sueña con su futuro.
No ceo que la presencia, la creación de imágenes como esta, en un momento en particular sea fruto de la casualidad o la mera capacidad individual, si aparecen, como aparecieron muchas otras de esta misma tesitura en aquellos años, es porque el zeitgeist, por ponerlo en estos términos, se materializaba en obras como estas. Así que cuando volvamos a pensar en las princesas y emperatrices del país, más que pensar en las frustraciones históricas, las imágenes religiosas, las ricas suspirantes, pensemos en estas otras que logran ser el reflejo de toda una época.
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