martes, 16 de noviembre de 2010

Paisaje (I) (Pausa En 100 años)


Por una u otra razón había postergado hablar sobre la exposición Visionis Montanea que Roberto Ortiz Giacomán presenta en Drexel Proyectos, no obstante quiero aprovechar ahora la ocasión ya que el MARCO recién inauguró una exposición que, coincidentemente, también es de fotografía de paisaje y a la cual me referiré la siguiente semana.
Del trabajo de Ortiz Giacomán quisiera destacar un par de puntos, no obstante, quizás sea conveniente hablar primero del paisaje en términos generales para tratar de entender esta y la exposición del MARCO. Es falso que el paisaje haya sido uno de los primeros motivos de la pintura, puesto que se le consideraba, en el orden de la creación, inferior y por tanto no digno de atención. El paisaje entra en el campo del arte hasta que el hombre adquiere consciencia de su autonomía respecto a la naturaleza, justo cuando empieza a desarrollarse y tomar fuerza el pensamiento Romántico. Aunque hay importantes antecedentes (algunos grabados de Rembrandt y la pintura flamenca y holandesa) no es sino hasta los grandes pintores ingleses del XVIII que se voltea por vez primera hacia el paisaje en búsqueda de respuestas trascendentes o bien como interlocutor de importantes cavilaciones. Hoy día el paisaje nos parece un tema común por la difusión que le dio, por ejemplo, el Impresionismo, mas si atendemos con calma nos daremos cuenta que su tratamiento, en general, es más simbólico que naturalista por contradictorio que pudiera parecer.
Esta última idea debe guiarnos a la hora de apreciar y valorar las exposiciones que he mencionado. Para no sesgar la comparación, dejo por lo pronto este punto y paso a los otros dos que me interesa señalar en el caso de Ortiz Giacomán.
Una fotografía es ante todo el resultado de una serie de procesos que inician al poner una cámara frente a un tema, abrir el obturador para dejar pasar una cantidad determinada de luz y cerrarlo. De este proceder son importante dos cosas una la actitud de quien manipula la cámara y dos las características del aparato. En el caso de las fotografías que componen la serie Visionis Montanea, la palabra clave es frente. Lo que vemos en ella no es lo que nosotros podríamos ver estando frente al mismo tema; o dicho de otra manera, lo que estas imágenes nos muestran es lo que estuvo frente a la cámara lo cual tiene características muy distintas a la capacidad de nuestros ojos. Me refiero concretamente a que la amplitud de espacio que abarcan prácticamente todas estas fotografías es producto de las características de la cámara (o de un procedimiento) y no de una visión cualquiera sobre el paisaje, de hecho eso es precisamente, lo que nos asombra, ver a través de la cámara, más allá de lo que haríamos con los ojos.
Este mostrar el paisaje de esta manera, ya sea por la cámara o por un proceder técnico, no deja de recordarme, curiosamente, no a otro fotógrafo sino a un pintor. La capacidad de llevar hasta la superficie del papel o de la tela tal cantidad de espacio, sólo creo haberla visto en algunos paisajes del valle de México de José María Velasco (1840-1912). En efecto, sabemos que Velasco llevaba a cabo sus composiciones articulando sobre el horizonte diferentes puntos de vista que le permitían mantener frente a él un arco cercano a los 180 grados sin que hubiera distorsión. Esto es, procedía, con sus recursos y en su momento, como hoy lo hace Ortiz Giacomán con su cámara. Es más, yo me atrevería a decir que no sólo trabajan de la misma manera y obtienen resultados similares, sino que los anima el mismo interés, la misma intención, la misma búsqueda al retratar al paisaje tal y como lo hacen.
Como en cualquier otro caso, trabajos como los de Velasco u Ortiz Giacomán, al ser producto de un proceder particular, intencionado, se convierten en objetos simbólicos a través de los cuales se quiere expresar algo. Es sobre este punto que hablaremos la semana próxima.
Publicado originalmente por Milenio Diario.

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