El nombre de Manuel Alvarez Bravo continúa siendo la carta fuerte internacional de la fotografía mexicana, no obstante, empieza a compartir créditos con algunos otros productores sea porque se les ha vuelto a valorar después de re-leer su trabajo y trayectoria, ya por méritos propios. Tal es el caso de Graciela Iturbide (1942), curiosamente la que se considera fue la única alumna que tuvo Alvarez Bravo (este es tema para otra reflexión, los considerados grandes productores mexicanos de la primera mitad del siglo XX no tuvieron alumnos directos). Hoy día, el nombre de Iturbide que además fue reconocida en el 2008 con el premio Hasselblad, el Nobel de la fotografía, se ha convertido en imprescindible al hablar de la fotografía en nuestro país y en el mundo. La imagen que aquí presentamos corresponde a la empleada en la portada de uno de los varios libros dedicados a su obra, Eyes to Fly, del 2006. Un autorretrato que habla por sí mismo pero que repite un gesto al que han recurrido otros fotógrafos, por ejemplo recuerdo una fotografía de Cravo Neto y otra de Sudek, inscritas en este mismo sentido, los ojos de los fotógrafos, ¿o quizás deberíamos decir de la fotografía?, son aves que nos llevan a conocer los sitios más recónditos e insospechados. En 100 años, la fotografía en México, a pesar de los pesares, se ha ido abriendo paso gracias a la constancia, calidad y entrega de productores como Graciela Iturbide.
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