domingo, 21 de noviembre de 2010

En 100 años (20)


Aunque como hemos dicho la cultura nacionalista que exhibió nuestro país por lo menos durante la primera mitad del siglo XX, no es producto exclusivo de la Revolución de 1910, es cierto que el reconocimiento temprano de la importancia del movimiento y del alcance que podía tener la imagen de sus principales protagonistas, sirvió para que se fuera consolidando. Incluso en aquellos casos en que hay una abierta oposición o pugna entre los líderes culturales del momento y quienes profesan otras ideas, se da esta especie de alianza que sirve o fortalece a esa cultura en la que lo mexicano va ir tiñéndose de diferentes colores. Este es el caso del primer Rufino Tamayo (1899-1991), el ejemplo es este Homenaje a Zapata de 1935. Como se ve no se trata de una versión “realismo socialista” del dirigente campesino, ni de su apoteosis o suerte trágica, sino más bien de una simple efigie que recuerda al guerrero del sur en clave más bien metafísica o en su adaptación a la realidad nacional. Después vendrá el Tamayo más colorista, más formal, más cotidiano, pero lo aprendido y hecho en el momento de este Homenaje, jamás se le olvidará, de hecho podríamos decir que su pintura representa una segunda o tercera generación de pintura nacionalista. Crear, o mejor dicho continuar  una cultura hincada en las tradiciones e historia reciente y remota de México, me parece inevitable a la luz de los acontecimientos con que abrimos el siglo XX tanto en lo nacional como en lo internacional, el problema ha sido el creer que esta cultura sólo tuvo una versión, cuando quizás su influencia no haya cesado del todo hoy día. En 100 años  hemos aprendido una historia no siempre muy recta de la cultura nacional, es el momento, parece, de empezar a verla de otra manera, con otros ojos y sobretodo de una manera más inclusiva.

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