Ayer presentábamos al pequeño niño soldado como uno de los muchos personajes anónimos o de las víctimas fatales que tuvo nuestra Revolución de 1910. Ahora, en la misma línea, expongo esta otra fotografía, la de las mujeres, las famosas “adelitas”. Sobre su participación en la “Bola”, sobre el papel que desempeñaron siguiendo, alimentando, curando, atendiendo y divirtiendo a la tropa, mucho es lo que se ha escrito y muy poco lo que yo podría agregar al respecto. Si he seleccionado esta imagen en lugar de la muy conocida del Archivo Casasola, es porque me parece totalmente desprovista de todo el atractivo de aquella otra que por su difusión se ha convertido en un ícono o en la imagen que toda actriz del cine nacional medianamente famosa y más medianamente actriz quisiera representar en una épica historia de amor revolucionario, de esas que se fraguan al calor de las balas. Esta imagen que aquí vemos carece, efectivamente, de cualquier glamour por lo que está más cerca de ser la representación de una escena que refleja más fielmente la apariencia diaria de las soldadas. Se trata de mujeres de pueblo y del pueblo, más bien mal vestidas, grotescas en el atuendo guerrero en que se hacen retratar, no son jóvenes y si lo fueron ya sus rostros y sus cuerpos no lo recuerdan. Tristes, enojadas, asustadas, esperan que el tren se vuelva a poner en marcha para regresar a lo que ahora es su vida cotidiana. A pesar de estar documentada su participación, de saber que ésta fue valiosa e importante para el triunfo de la Revolución, qué lejos está aún la justicia para su género, qué difícil el trato igualitario, qué imposible el cese de la agresión en su contra. En 100 años el país ha cambiando ¿cómo negarlo? Pero como en el caso de los niños, en el de las mujeres, este tiempo no ha sido suficiente para lograr un cambio real que les permita su pleno desarrollo en nuestra sociedad.
(Imagen: www.mexicoenfotos.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario