viernes, 19 de noviembre de 2010

En 100 años (18)

Al decir que la revolución mexicana de 1910 es —¿cómo no serlo?— el parte aguas de la vida social, política y cultura del país, nos referimos, entre otras cosas, a que es el momento en que deja o pretende dejar de ser una comunidad, un estado forjado, guiado y proyectado por la tradición decimonónica para pasar a enfrentarse a una Modernidad que ya en otros países se estaba viviendo plenamente. En el campo de la cultura y más específicamente en el de la producción artística, ser modernos va a significar atender y actuar consecuentemente a las claves de las Vanguardias conforme se van conociendo y discutiendo, y, quizás más importante, al tiempo que se van seleccionando y adaptando al talante, a la personalidad, a los conocimientos y sensibilidad de los productores mexicanos. El caso de la fotografía no es distinto al de las otras manifestaciones, quizás por la importancia que tuvo el fotoperiodismo en este momento y el inmediato posterior, es que no se habla de una vanguardia fotográfica, lo cual, sin lugar a dudas es un error. Tanto José Antonio Ramírez, como Carlos Hurtado, se han dado a la tarea de documentar la obra y trayectoria de Agustín Jiménez (1901-1974) fotógrafo al que encontramos, ya en 1926, como el encargado oficial de llevar el registro de exposiciones y demás actividades de la Escuela Nacional de Bellas Artes, en donde entró en contacto con lo más avanzado que había en ese momento en el país y en donde, seguramente fue absorbiendo las lecciones de las vanguardias que se discutían en patios y salones de la antigua Academia de San Carlos. La obra fotográfica de Jiménez, poco conocida por falta de difusión, la aplicó, como se esperaba desde las propias vanguardias, en especial las soviéticas, a la difusión de productos y servicios ya que la fotografía se concibe como una herramienta, moderna, que sirve para la conformación de las nuevas sociedades, las sociedades modernas. Jiménez entendió a la perfección las fórmulas de las vanguardias y las supo adaptar según sus necesidades, creó así trabajos intensos de gran personalidad e impacto en su momento. No obstante, en el momento en que estaba desarrollando su obra otro medio, igual de moderno, logra un despegue espectacular en México, el cine y a él le dedicara a partir de 1934 sus mejores esfuerzos, primero por la fotografía fija, después como camarógrafo, llegando a participar en más de 200 cintas, entre ellas un par dirigidas por Luis Buñuel. En 100 años, lo mejor de la vanguardia ha sido puesto en práctica en México, sin embargo es probable que ido el espíritu original de estos movimientos, nos hayamos quedado festejando únicamente las formas.

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